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ValentinaMaleza (@esttelaw)

"ciclotimia intermitente"

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aprendizaje

Mi reflejo en una tapa de yogur recién lamida.

Paró la música y me quedé sin silla.

Hoy, desde aquella muralla china con francotiradores apuntando directamente a mi intuición femenina, me declaro un corazón insolvente.
Aquí dejo el arco con casi todas las flechas.

Renuncio también a mis privilegios por ser tu talón de Aquiles.

Abdico de mis funciones como amante intermitente y me voy sin romper ningún espejo, sin malgastar un sólo minuto más de mi tiempo en pedir, hasta en coreano, más peras al olmo.

Me despertaste y ahora soy un murciélago sin farola, el pez que muerde su cola, un escarmiento, un desvarío.

Todo terminaba en puntos suspensivos.

Todo era una duda constante, un problema de identidad delirante que se colaba de cama en cama.
Tú te perdiste y yo estoy buscándome y sé que tengo que estar por aquí cerca, en alguna parte.

Hubo un antes y un después de aquella tarde y habrá un a continuación del desastre.

Aquí dejaste una sonrisa torcida.

El cenicero hasta arriba, mi reflejo en una tapa de yogur recién lamida, una declaración prohibida y un teléfono al que no llamar en caso de urgencia.

Vuelvo siempre, por inercia, a pedirle a Robin que haga de Batman, a esperar que se cumplan promesas que no valen nada, como dirían Los Piratas en una canción que tomé prestada cuando lo que más me apetecia era salir a la calle armada.

Paró la música y me quedé sin silla pero, donde hubo acordes, amiga, siempre sonará la misma melodía.

Siempre la misma maldita melodía.

La misma puta melodía.

Cierta tensión. 

Hay cierta tensión sexual no resuelta entre la cordura y la sensatez.

Hay un abismo de inmadurez bajo el colchón que no compartimos, entre las líneas de todo aquello que no nos decimos, bajo la alfombra, en los trazos que dibuja tu sombra sobre la acera, en el agua de la pecera en la que nadas, en las miradas que no hemos cruzado, en los mensajes borrados, en la absurda prudencia que deja en evidencia toda cobardía.

Hay cierta magia escondida en los secretos mejor guardados.

El reto al que aspira el enamorado se escapa de unas manos que son las mías.

Tal vez preferirías que fuera discreta, invisible, lejana…. que fuera lo que nunca pude ni quise ser, para no ofender, para no asustar, para rozar una normalidad en la que nunca he creído.
Hay un nudo en la garganta si cierro los ojos y, a la espera de una tregua merecida, estoy mucho más perdida que cuando te encontré y lo revolviste todo.

Improvisaremos.

Yo que, ingenua, me propuse dedicar los meses de espera a urdir el plan perfecto, aquí estoy; como al principio, pero sin cintura.

Soy la misma extraña criatura pero sin pómulos, sin tobillos, sin miedo.

Nadie me avisó de que estaría por completo volcada en tu previa existencia, que mis cinco sentidos tratarian de percibir cada pequeño cambio de mi cuerpo al crear el tuyo, que no saldría tu imagen en blanco y negro de mi cabeza, que invadirías mis noches y mis dias sin dejar espacio a planificación alguna en otros campos de una vida que quedó pausada por completo ante el anuncio de tu llegada.

¿Y qué plan voy a urdir si no pienso en otra cosa que no sea en ti y en cumplir con lo que el mundo espera que yo sea?

Improvisemos.

¿Ves ese bosque frondoso en estado vaporoso, a nuestros pies?

Es así como se ve nuestro mundo del revés.

Te acostumbrarás.

No recordarás nuestras charlas pero espero te suene mi voz para que no sean en vano las horas que paso inventando escenarios y personajes, historias de reyes, princesas y pajes, de niños salvajes, de dragones, de enanos y de gigantes, como en los cuentos de antes.

Yo que, ingenua, me propuse dedicar los meses de espera a urdir el plan perfecto, aquí estoy, sin cintura y sin miedo porque no dejo de pensar en ti.

Lo haga mejor o lo haga peor, tendrá que ser así.

Improvisaremos y no seremos como los demás esperan y eso será lo que nos haga especiales.

Tercos, valientes y reales.

Lo que quedó tras nueve años de canciones.

Hay un latido que conserva la emoción de aquella canción que compuso la persona que ya no eres.

Un par de acordes unieron a dos seres que, de tanto amarse, gastaron un verbo que nadie jamás volverá a conjugar como ellos lo hicieron.

Y eso les hizo fuertes y los hizo eternos, o eso creían. 

De todo lo que se decían, sólo las fotografías guardan el respeto que todo corazón merece.

Una guitarra destartalada, una barba poco cuidada,  una americana gris y un alma tan pobre que sólo tiene dinero.

Eso es lo que quedó tras nueve años de canciones.

Ella es el resultado de un sinfín de decepciones y viste siempre de negra nostalgia, abrazando el latido que conserva la emoción de aquella canción que compuso la persona que él ya nunca será. 

Pero si el tiempo cura o tortura sólo el tiempo de nuevo lo dirá. 

Aquello que parecía indestructible se lo llevó el viento casi imperceptible que levantó aquel libro nuestro al ser cerrado con brusquedad.

No existe la historia perfecta ni la persona correcta en la que confiar.

Que el destino decida por nosotros y poco a poco saldrá la verdad.

Voy a contarlo.

Escritora frustrada en paro, futura madre soltera y actual embarazada confusa y asustada, residente en Palma mientras echa de menos Marruecos con toda su alma.

Esa soy yo.

Mi barriga es un milagro con el que no contaba y aún a estas alturas me cuesta creer que sea verdad. Pero es MI milagro y he decidido afrontarlo sola.

Aquí estamos, a por todas.

Tengo el tiempo justo para crear el mundo al que quiero verle llegar mientras veo mi cuerpo cambiar muy rápido y lucho contra mis hormonas para evitar que la inestabilidad emocional se interponga en mis planes.

Ardua tarea.

Es cierto que el embarazo es una experiencia única aunque de idílica no tenga nada y sé que muchas me vais a entender.

Y si no es así,  ya lo haréis…

Porque he pasado por las náuseas y la somnolencia sin poder pagarlo con nadie,  porque ya no me entra la ropa y en el espejo sólo encuentro una tripa enorme a la que mi pandero y mis muslos acompañan y no tengo a quien me mienta y me llame guapa, porque mi familia está lejos y lo poco que comparto con ellos es por whatsapp, porque tengo un humor de perros,  luego lloro de alegría y al rato quiero gritar porque no hay espárragos blancos en el supermercado, porque nadie me da la mano en las ecografías, porque estoy en paro y me pregunto quién va a contratar una inminente baja por maternidad, porque tengo miedo, porque tengo dudas y porque sé que no soy la única. 

Por todo eso he decidido contarlo, compartirlo y volver aquí de vez en cuando en busca aún no sé de qué. 

Pasé medio año en Marruecos,  llevo otro medio en Mallorca, mi familia está en Barcelona y yo no sé donde quiero vivir. No sé cómo quiero vivir. No sé cómo voy a organizame para seguir haciendo lo que me hace feliz y ser a la vez una buena madre. 

No sé por donde empezar a construir. 

Sin pretender que sea una entrada magistral, aquí dejo esta declaración para aportar algo de verdad al surrealismo que invade mis días y si de paso alguien se siente identificado, que me lo haga saber, que será agradable tener algo de apoyo virtual en ésta aventura que acaba de empezar. 

Aprendí a ser invisible cuando todos miran.

Porque tengo una sola vida, vísteme de loba y sácame del rebaño, que el puente mil veces cruzado lleva al estanque donde todos duermen.

Quiero estar bien despierta cuando el frío llegue y lo cambie todo.

Quiero ser muy consciente de aquello que digan los versos que surgen de los tropiezos de quien más veces se puso en pie. 

Allí donde perdí la dignidad encontré el sentido de las frases que, de tantas veces repetidas, llegaron a ser lo más parecido a la verdad.

Estaré, sin ser vista, en todas las canciones que hablen de libertad y entre las páginas de ése diario tan personal que cerraste con veinte candados justo antes de lanzar la llave al fondo del mar sin pararte un segundo a pensar si era la mejor de las ideas. 

Y puede que lo fuera.

Hacer borrón y cuenta nueva era una opción inteligente.

Barrer las cenizas, dejar un corazón hecho trizas en urgencias,  sacar a pasear todas las caras de la misma jodida moneda …

Aprendí a ser invisible cuando todos miran y allí,  al fondo a la derecha, clavé la flecha que habrás de arrancar.

Sobreviviré a todas las guerras que inventes.

Si hay que echarle un par, que cuenten conmigo.

Si hay que combatir la crueldad con la indiferencia, veremos qué puedo hacer con la paciencia que agotó tu ausencia los días de miedo, historias tremendas…

Sobreviviré a todas las guerras que inventes con la excusa de defender tierras que nunca fueron tuyas.

Sobreviviré a tus locuras y a mis realidades, al frío abrazo de los desleales, al ruido de tus nudillos golpeando mi ventana, a los cuatro anormales que aplauden con las orejas a la oveja más tonta del rebaño.

Porque no hay que ser ingeniero aeronáutico para saber que blanco y en botella es leche.

Porque no hay más que echarle un vistazo a tu expediente para ver que ni eres valiente, ni tienes dos dedos de frente, ni tu bandera es tuya ni es de nadie.

Si hay que echarle un par, que no cuenten contigo.

Porque si hablo de principios y valores te suena a comida tailandesa y yo ya no aguanto a las mentes limitaditas, como las vuestras.

Si hay que echarle un par, que cuenten con nosotros, que podemos con esto, con lo que venga y con mucho más.

Si hay que echarle un par, que griten mi nombre y verán de lo que soy capaz.

No somos todas iguales.

En una esquina de la habitación hay un ventilador que gira y desordena los sueños que de noche me desvelan.

Una ola de calor ha evaporado las explicaciones que nunca daré por haber querido ser yo misma.

No se compra a peso el carisma.

Una gota de sudor que se desliza por mi piel hasta las estrechísimas cornisas de mis caderas, me recuerda el sutil tacto de tus manos sobre un cuerpo hecho de mil retales.

Pero no somos de trapo, ni somos todas iguales.

Sigue girando el ventilador, desordenando los sueños que quedaron suspendidos en el aire esta madrugada, mezclando el olor del presente con el de todo lo que nunca vuelve y yo me evaporo.

Se derrite la pintura de las paredes dibujando rostros sofocados que hablan en un idioma que nunca antes había escuchado.

Soy un charquito de agua salada que crece y crece hasta que puedas cruzarlo a nado.

La perfecta línea recta que trazan mis dientes es única y exclusivamente para la gente a la que yo elijo sonreír.

Ni somos todas iguales, ni somos de trapo y, este domingo, una tarde de verano, me derrito, me evaporo y me hago charquito para que puedas cruzarme a nado.

Nada es lo que parece…

Si parece que me he ido, será porque vuelvo habiendo aprendido que no existe casualidad que el universo no tenga en sus planes.

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